Accueil » Un asunto de desaparición: L (ella) se ha largado

Un asunto de desaparición: L (ella) se ha largado

[0]


[i] NdT sobre el título: ‘L’ equivoca con ‘ella’ en francés. ‘Se barrer’ en francés significa ‘largarse’.

– “¿Cómo es esto? ¡Completamente locos estos lacanianos! ¡En la época del #MeToo, de las redes sociales, de los nuevos feminismos, de la ortografía inclusiva, atreverse a decir una cosa como esta, es una provocación! ¿Y el sentido común entonces? ¡Porque esto cae bajo el sentido, ella(s) existen, querido señor, querida señora, y ustedes pretenden lo contrario! Tengan cuidado con lo que dicen…”

– “Querida y querido indignado(a), tienen razón al decirme que tenga cuidado con lo que digo. La época ultraliberal de los unos-solos es la época ultra autoritaria de la censura generalizada. La ofensa acecha en cada palabra pronunciada. Pero esté atento(a) usted también a la escritura ya que es de esto de lo que se trata: de una letra y de una barra sobre esta letra. La palabra, el sustantivo ‘mujer’, no está tachado. La barra se refiere a la L (ella), que es un artículo definido. Por lo tanto, las mujeres existen, hay mujeres que existen, usted existe –como puede, como podemos– bajo el terror del buen sentido actual, del sentido común que, fiel a su función, es discurso de dominación. La formulación que le indigna no pertenece, justamente, a ningún discurso de dominación ya que pertenece al discurso del psicoanálisis.”

– “¡Usted pretende un discurso diferente!”

– “No hay necesidad de pretender cuando usted misma dice que lo encuentra incomprensible. Solo ahí puedo darle la razón. Porque se trata precisamente de olvidarse de ese sentido que estorba y que causa su indignación.”

– “Entonces, ¿por qué esa barra?”

– “Pongamos para empezar que el psicoanálisis de orientación lacaniana parte de la constatación que los cuerpos de los seres humanos son hablantes. No se trata de anatomía o de genética. El campo epistémico del psicoanálisis se limita al del lenguaje, de la palabra, de lalengua y del discurso. Nuestros únicos instrumentos de trabajo son las palabras y los sonidos. Desde este punto de vista, las mujeres son hombres como los otros. Ellas se alinean en la categoría de “sereshablantes”. La lengua y el discurso son su puesta en práctica en el vínculo social, por lo tanto, el sistema significante funciona de acuerdo con un código binario: S1-S2, el día/la noche, subir/bajar, unir/separar o también el cuerpo/el alma, la vida/la muerte y, evidentemente, el hombre/la mujer. Estas oposiciones pueden poner en juego un vínculo de complementariedad. Entre el hombre y la mujer, la interpretación que se impone, sin tener en cuenta toda realidad, es que se complementan. Es el caso en tanto que son significantes. Esto produce, gracias a la substitución, una falta, falta-en-ser que se escribe S tachada. Pero desde el punto de vista de la diferenciación sexual, es un fracaso. En 1971-1972[1] Lacan dijo: “Está bien claro que no hay ningún medio de repartir dos series cualesquiera –digo cualesquiera– de atributos que hagan una serie macho de un lado y, del otro, la serie mujer”. Asistimos entonces a esfuerzos que han utilizado la oposición activo/pasivo para situar esta diferencia en lo social y lo sexual. Lacan señala también el fracaso de esta tentativa, llegando a afirmar que “incluso en la vida normal, incluso en la caza, el hombre se muestra como lo mejor que hay, a saber, pasivo […]. Es también cierto en la pesca, y al fin y al cabo en todo aquello por lo cual el hombre es mujer”.[2]

En el campo de los significantes y de la complementariedad, no hay entonces ningún medio de saturar la diferencia sexual. Nos quedamos, en efecto, en el imperio de lo universal garantizado por una excepción imposible. Si lo universal vale para todo sujeto hablante, no atrapa la diferencia. El paso de más a dar es seguir, no el hilo de las identificaciones, si no el del goce.

La solución consiste en introducir una nueva variable, la variable “suplementaria”. Lo femenino viene, no a oponerse a lo masculino, sino a veces, de forma aleatoria, a suplementarlo. Lacan llama a esta variable no-todo. La garantía no es la consecuencia de una excepción única, y la universalidad se derrumba. La barra sobre el La escribe eso. Es una falta que viene a redoblar, del lado femenino, la falta-en-ser que caracteriza a todo ser hablante. Una falta al cuadrado. Pero queda un lugar, como lo enuncia J.-A. Miller: “La mujer no existe –es decir, la L tachada– no significa que el lugar de la mujer no exista, sino que ese lugar permanece esencialmente vacío. Y el hecho de que ese lugar quede vacío no impide que se pueda encontrar algo ahí”.[3]

En efecto, esta barra sobre la L escribe la existencia de un goce Otro, un goce del borrado que toca a la imagen, el nombre y el Uno. Identificar este goce femenino que niega lo universal es la apuesta de la investigación analítica. Y, dice Lacan en el Seminario Encore, libres son los dichos-hombres de entrar ahí. Algunos ya han testimoniado de ello, otros lo harán. ¡Pero, atención, no transformemos el no-todo en consigna o en esperanza, se desvanecerá entonces inmediatamente! El silencio le va bien también.”

Traducción: Carmen Cuñat en colaboración con Rosa Durá


[0] NdT sobre el título: ‘L’ equivoca con ‘ella’ en francés. ‘Se barrer’ en francés significa ‘largarse’.

[1] Lacan Jacques., El Seminario, Libro 19,… O peor, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 182.

[2] Ibíd, p. 184.

[3] Miller, J.-A.,  “De Mujeres y Semblantes”, Conferencias Porteñas, Tomo II, Paidós, Buenos Aires,  p. 100.