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Inextinguible demanda de lo femenino – un asunto no sólo de mujeres

“Cuando se trata de una mujer, no es lo mismo, porque la mujer tiene una gran libertad con respecto al semblante.” 

J. Lacan, El seminario, Libro 18, De un discurso que no fuera del semblante, Paidós, Buenos Aires, 2009, p. 34.

Lacan, a partir de la clínica, único e indispensable objeto de investigación y fin último del psicoanálisis, pone en evidencia el lugar de la repetición en la elaboración freudiana y llega a articular el goce con el lenguaje en la estructura discursiva. En el discurso, el inconsciente está implicado desde un punto de vista estructural. Esta construcción topológica se caracteriza por cuatro puntos fijos constantes, sobre los que rotan los términos S1, S2a y S/[1], en una sucesión lógica imposible de alterar, las vueltas discursivas dan cuenta de los diferentes modos de lazo social.

En el discurso de la histérica el síntoma se encuentra en el lugar del semblante, ese lugar arriba a la izquierda que constituye el elemento decisivo a la hora de otorgar una dirección general al discurso mismo: “el semblante no es solamente situable, esencial para designar la función primaria de la verdad, ocurre que sin esta referencia es imposible calificar lo relativo al discurso”[2], nos dice Lacan.

A través de la “mascarada”, la histérica parece destinada a la ley del parecer con el fin de hacerse representar ante el otro social, amoroso o sexual, pero, aunque sea una mascarada, el poder fálico es sustancial para ella cuando lo asume, lo envidia o se opone a él, porque le permite hacer frente a la falla del ser. En este plano goza naturalmente de una mayor libertad con respecto al semblante. La relación con éste constituye para la histérica su división (S/) y la vuelve más próxima a lo real. Por un lado rechaza tomarse por la mujer[3], hace, más bien, el hombre que supondría a la mujer saber[4], se dirige a la otra para indagar la verdad oculta en su propio ser; como bien muestra Dora que busca en la señora K. el misterio de su feminidad[5].

En relación con este imposible entre lo que rechaza ser y lo que ella no sabe ser, la histérica toma su lugar de enunciación, está identificada al desgarro inherente entre La Mujer y una mujer, demanda inextinguible de lo femenino.

En la fenomenología más manifiesta se producen vacilaciones visibles en el cuerpo, el síntoma quiere decir algo, está escrito, pero hay que tener en cuenta también un goce otro (a) que escapa a la significación, que es pura letra. En la dimensión del discurso de la histeria, el semblante está causado por la verdad que tiene el privilegio de coincidir con el objeto plus de goce (a), situado bajo la barra. Ya se vislumbra aquí lo que Lacan señalará de manera novedosa un poco más adelante, que hay otro goce más allá de la lógica del falo, un goce de más, que él califica como “suplementario”. Lo femenino es un modo de goce sujeto al no-todo[6].

Por esta razón, tal vez, Lacan en el Seminario 20 parece aproximar la histeria a la feminidad: “(…) eso sólo puede conducirlas a este término último –no en balde lo llamo así- (…) la histeria, que es hacer de hombre, (…) de allí que les sea difícil no sentir el impase que consiste en que se mismen en el Otro, porque, a la postre, no hay necesidad de saberse Otro para serlo”[7].

De este goce no-todo las mujeres no saben hablar, se halla en los límites del lenguaje y por ello fuera de la representación significante, se relaciona más bien con el silencio, como señala M.-H. Brousse[8], se experimenta en el cuerpo sin que pueda ser localizado en un órgano. Es de ellas su enigma, su secreto.

En las fórmulas de lo femenino, del lado derecho de la tabla de la sexuación[9], los que ahí se colocan –poco importa si se trata de hombres o mujeres bajo el aspecto anatómico o de estado civil, lo femenino no es sólo un asunto de mujeres- no constituyen un conjunto, pero pueden formar parte de él sólo una por una (en femenino), porque cada una es una excepción. Una excepción que, al inscribirse del lado no-todo se sustrae, al menos parcialmente, al dominio del falo y a la potencia que éste conlleva. 

Resulta de interés señalar la importancia de la histerización del discurso en la cura analítica y cómo emerge desde el inicio el concepto de no-todo a partir de los aspectos inéditos producidos por el Discurso del analista, un discurso que articula, mediante una vuelta discursiva, precisamente lo que en el discurso de la histérica[10] queda oculto bajo la barra (a), y cómo por esta razón se presenta de inmediato en oposición a lo universal. 

Asimismo, al final de un análisis, como se ve en diferentes testimonios de pase, es posible distinguir la posición del analista como semblante de objeto (a), en analogía con la posición femenina S(A/) significante que cada ser hablante inventa para nombrar un goce ignorado por la cadena significante, que bordea, sin taponarlo, el agujero de la forclusión de lo femenino. 

Traducción : Constanza V. Meyer


[1] Significante amo, saber, goce y sujeto dividido.

[2] Lacan, J., El seminario, Libro 18, De un discurso que no fuera del semblante, Paidós, Buenos Aires, 2009, p. 24-25.

[3] Lacan, J., El seminario, Libro16, De Otro al otro, Paidós, Buenos Aires, 2008, p. 304.

[4] Ibíd., p. 352.

[5] Lacan, J., El seminario, Libro17, El reverso del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 2008, pp. 105-106.

[6] Lacan desarrolló el concepto de pas tout (no-todo) en el Seminario19, …O peor y el Seminario 20, Aún, y también en el escrito de 1972, “El atolondradicho”.

[7] Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aún, Paidós, Buenos Aires, 2008, p. 103.

[8] Brousse, M.-H., Modos de gozar en femenino, Grama, Buenos Aires, 2021.

[9] Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aún, op. Cit.,p. 95.

[10] Lacan, J., Lacan, J., El Seminario, Libro 18, De un discurso que no fuera del semblante, op. Cit., 159.