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Síntoma y sinthome

La relación síntoma-sinthome exige reconocer la significación de los planos que allí están en juego, es decir, su episteme, su política, su ética, su lógica y en particular lo que esa relación implica para la práctica analítica.

En ella se condensa un recorrido incomparable y se expresa lo más decisivo del trabajo de Lacan de más de 50 años. Se trata de una elaboración que finalmente produce un concepto que redefine el psicoanálisis. ¿No es visible allí la teoría del Uno-solo, construida con mil piezas diversas, la que hace posible establecer con rigor la singularidad de cada parlêtre, justamente a partir de su sinthome? ¿No era condición para su producción haber dejado atrás los grafos y las superficies topológicas en beneficio de los nudos, es decir, ser capaz de ir contra sí mismo? ¿No emerge allí con legitimidad una teoría de la interpretación que reconoce el valor y la función del equívoco, de la reducción y de la nominación? ¿Esa relación no esclarece la paradoja de lo curable y lo incurable y acaso no interroga la comprensión que la modernidad tiene de lo normal y de lo patológico, del lenguaje y de lo real, para situar así lo más propio de la naturaleza y de la función del goce? ¿No…?

Es que se trata, como bellamente la describe Miller, de “la puesta en cuestión más meditada, más lúcida, más intrépida, del arte sin par que Freud inventó y que se conoce con el pseudónimo de psicoanálisis”.