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Si la mujer no existe, ¿son los hombres mujeres como las otras?

Para muchos franceses, la primavera de 2022 evoca las próximas elecciones presidenciales, con la amenaza que hacen planear ciertas corrientes políticas que pretenden hacer reinar la homogeneidad de los goces. Más allá de Francia y de la primavera que se prepara, esta amenaza sobrevuela hoy sobre el conjunto del mundo democrático. Y propongo que el título de nuestro próximo congreso de la AMP dibuja una brecha en el horizonte de las primaveras venideras.

La mujer no existe. ¿Qué nos dice precisamente este enunciado de Lacan? ¿Y de qué modo perfora el horizonte? Es lo que veremos aquí, interrogando cada uno de los términos de esta propuesta minimalista.

Constatemos primero que, igual que la teología negativa aborda a Dios a partir de lo que no es, de igual forma, parece a priori más fácil decir lo que lo femenino no es que lo que es. Lo femenino procede de esta forma de un goce fuera de sentido, ilimitado, indecible. Se sitúa en exceso respecto del goce fálico y hace agujero en los semblantes. Lo femenino no es por lo tanto ni sensato, ni limitado ni se puede decir, no procede del goce fálico y no es un semblante. Pero lo femenino no es tampoco reducible a la feminidad – noción abstracta en la que supuestamente toda mujer participa salvo que no sea aún o ya sea una mujer. Si la feminidad designa de esta forma la esencia de la mujer, es decir, aquello en lo que participan las mujeres existentes, que han existido, o susceptibles de existir, lo femenino designa más bien lo real del goce que existe, sin poder ser acreditado en la cuenta de una esencia cualquiera.

La/

La mujer no existe, nos dice Lacan. Ahí donde cada uno tiene su versión más o menos privada de lo que es una mujer, Lacan exhibe una tachadura que cubre el La de “la mujer”. Esta tachadura apunta a que el artículo definido la, no conviene delante de la palabra mujer, porque, como su estatus de artículo definido indica,se consideraque La introduce a una definición, tributaria ella misma de una esencia de la mujer. Sin embargo, justamente no hay relación entre, por un lado, la diversidad de las mujeres existentes y, por otro lado, una definición que pudiera hacerse de ellas, ni de todas juntas, ni siquiera de una por una.

Mujer

Esto no quiere decir que no sabríamos distinguir una mujer de un hombre, o de una niña, ni a fortiori, de una pantera, de una flor o deuna piedra (aunque fuese preciosa). Esto quiere decir que lo que se revela de una mujer en el discurso analítico – ya que es ahí aquello de lo que Lacan da cuenta – lo más esencial que se descubre no es justamente susceptible de ninguna esencialización, y a partir de ahí, de ninguna colectivización. Si no hay ni definición de la mujer ni esencia de la mujer, es que las mujeres, en ese punto en el que lo femenino las habita, no coinciden con ellas mismas. ¿Qué tendrían entonces en común con las otras mujeres? Tal vez únicamente que son todas irremediablemente singulares, y esto, hasta el punto de expulsar como vana toda tentativa de determinar la esencia.

Entonces nada de esencia de la mujer, ya que no hay mujer que sea toda mujer, no hay mujer que coincida del todo consigo misma, cada una de las mujeres existentes testimonia más de su diferencia que de una participación cualquiera en la Feminidad. Por lo tanto, lo que llamamos “femenino”, es precisamente esa no-coincidencia entre un sujeto y el goce bruto y real que lo habita.

Dicho esto, varias cuestiones se plantean entonces inmediatamente. Quedémonos con dos. Esta proposición, La mujer no existe, concierne a las mujeres, está claro. ¿Quid de los hombres? La cuestión se plantea aún más ya que, si Lacan descubre el goce femenino u Otro con las mujeres, Jacques-Alain Miller nos indica que pronto hará de él el régimen del goce como tal. La mujer no existe puede también declinarse en estos términos: El hombre no existe, al menos en la medida en que también los hombres están concernidos por este hiato, entre lo que ellos son y el goce fuera de sentido con que tienen que tratar.

No obstante, tomarse en serio la proposición “La mujer no existe”, y tomarla en su acepción original – con ese La mujer en el lugar del sujeto gramatical – mantiene una referencia crucial a la clínica y al papel que las mujeres – no todas, por cierto – han desempeñado en la teoría lacaniana del goce. Esta teoría debe, claramente, mucho a las mujeres ya que es con ellas con las que el goce Otro surgió al principio para Lacan. ¿No es porque ellas dan más y mejor testimonio que los demás? Y si no, ¿porqué Lacan lo habría calificado primero de “femenino”, aunque solo fuese transitoriamente? De hecho, las mujeres ocupan un lugar eminente en la historia del psicoanálisis: Freud descubre el inconsciente escuchando a las mujeres, Lacan descubre el goce Otro escuchando, él también, a las mujeres. Esto nos da un indicio del caso que uno y otro hacían de su palabra en una época en la que esto no era tan corriente. Pero ¿es una casualidad que sea con las mujeres que el primero descubre el inconsciente, cuando es también con ellas que el segundo descubre el goce Otro? Nada es menos seguro.

Se nos opondrá tal vez que desde los años 1970, el mundo ha cambiado. Es más, es un hecho. Pero de lo que las mujeres testimoniaban desde hace 50 años, ¿hombres y mujeres testimonian de la misma forma hoy? Con el tiempo, ¿se descubrirá que los hombres son finalmente mujeres como las otras? Tampoco es seguro

Entre las mutaciones más sensibles de nuestra época, mencionemos esas identidades sexuadas que están tanto más afirmadas por las unas (y las otras), cuanto más inestables de lo que fueron jamás, son. ¿Qué nos enseñan entonces esas y esos que se dicen mujeres sea cual sea la esencia que suponen a dicha mujer? Los cis, pero también los trans, como aquellos que no se sienten ni hombre ni mujer, o alternativamente uno y otro, o los dos al mismo tiempo, ¿no nos indican que al no existir la mujer, nada impide sin embargo que ella encuentre un correlato en el ser?

No existe

Lo que genera la segunda de las dos preguntas que se imponen: ¿no es precisamente porque la mujer no existe por lo que aspira a serlo? De hecho, cada uno se hace su idea de lo que es la mujer en el registro del ser: para unos la mujer en el hogar, mujer de poder para los otros, femenina o viril, rubia o morena, casada, madre, soltera, independiente o sumisa, inteligente o tonta, culta o ignorante, bella o rebelde, portadora de ese rasgo discreto o inmediatamente identificable – la lista podría ser infinita – tal sería lo que hace la feminidad de una mujer. Cada uno puede entonces definir a la mujer a su manera en el registro del ser, y de ahí, pretender encarnarla, aspirar a encarnarla o, al contrario, negarse a ello. Pero esta esencia en realidad no reenvía a nada existente. Lo que existe más bien, es el goce femenino que hace a cada mujer no-toda, Otra para siempre en su goce, y por ello irreducible a tal o cual rasgo especifico de su persona y de su supuesta identidad.

Para captar la profundidad de la propuesta que constituye el tema de nuestro próximo congreso, estamos invitados sin duda a distinguir los registros de la existencia y del ser – distinción con la que el curso de Jacques-Alain Miller de 2010-2011 nos permite precisamente operar. Desde la perspectiva que nos ofrece, La mujer no existe se lee desprendiendo cada uno de los cuatro términos de la proposición, permitiéndonos así trazar los contornos de una inexistencia.

La mujer no existe, esta afirmación se opone a las reivindicaciones identitarias de todo tipo. Se opone a esos conjuntos normados que hoy proliferan y que se autoafirman para mejor rivalizar y oponerse, se opone también a esos conjuntos ideológicos históricos, que pretenden imponerse a la mayoría para marchar con un paso único, hacia la unificación de los modos de gozar a escala de las naciones. Ahí donde los conjuntos rígidos pretenden reinar a mayor o menor escala, su único destino es oponerse más o menos radicalmente a lo que se excluye. La promoción contemporánea de los todos nos impone así considerar lo femenino o no-todo como más que nunca subversivo, y por lo tanto necesario. La mujer no existe, esta proposición es afín al objeto que aborda: hace agujero, y especialmente en los discursos totalitarios. De esta forma, enciende para nosotros una luz que se extiende hasta el horizonte de la primavera de 2022 y más allá.

Traducción: Carmen Cuñat en colaboración con Miriam Chorne