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Matices de lo femenino

El argumento para la “Gran Conversación Internacional AMP 2022” se inicia con una metáfora: “se ha levantado el viento”. En efecto, “La mujer no existe” levanta un velo, los analistas somos interrogados e interrogamos, estamos participados a conversar.

En la pluralidad del “no-todo argumento”, un detalle orientó mí lectura, la existencia en él de cinco subtítulos, en cada uno se lee un impasse clínico-político y, a la vez, su salida. La vía del síntoma, a mi entender, aparece como la carretera principal. Para Christiane Alberti el síntoma es “la vía que nos feminiza”. ¡Sí! ¿Hacia dónde nos llevan estos vientos?

La vida contemporánea, lo nuevo se emplaza en los modos que se colectiviza el significante, por su valor de tapón imaginario-narcisístico. El uso del lenguaje “se mantiene ahí, aparte, constituido en el curso de las épocas”[1], y hoy no se promueve en un lazo sintomático. Qué consecuencias se pueden extraer de estos significantes amos, en su pretensión por adormecer y eclipsar lalengua habitada en un síntoma. Me orientaré por el trípode: palabra, goce y amor.

Vivir en la palabra

Un interrogante, realizado por Jacques Lacan, es fundante: “¿Por qué no plantear aquí que el hecho de que todo lo que es analizable sea sexual no implica que todo lo que es sexual sea accesible al análisis?”[2] La “parte mujer” en lo sexual, ya estaba en camino. El lenguaje desde siempre funciona como suplencia del goce sexual, como un ordenamiento a la intrusión del goce en el cuerpo. 

“Donde eso habla, [eso] goza”[3], es un axioma radical, el significante se piensa “a nivel de la sustancia gozante”[4]. Ya no se reduce a un resto de goce, sino que es su causa. Por este motivo se lleva muy bien con el “goce femenino”, se trata de una “sustancia corporal”. Desde aquí, despunta la lógica e incidencia de la palabra.

Exigencia lógica de la palabra

Al momento de mayor apogeo del discurso feminista, Lacan abriría su propio impasse sobre la sexualidad femenina. A los 70 años de edad, ¡se dirigió especialmente a las mujeres analistas! Sostenido por el decir no-todo de ellas, y la razón, la encontraría “ligada a la estructura del aparato de goce”[5], en el propio goce de cada sexo.

El lenguaje que inquieta al cuerpo hablante, en el hombre se presenta como un goce finito, completo, designado como goce fálico, mientras que, en la mujer, es un goce infinito, menos localizable. Es decir que es un goce difícil de asir.

Dada la imposibilidad lógica de hacer de “las mujeres” un conjunto Todo-Uno, el “ser sexuado”, de estas mujeres no-todas, no pasa por el cuerpo, “sino [que pasa] por lo que se desprende de una exigencia lógica en la palabra”[6].

¡Un giro decisivo! Aún vigente, enseña la “exigencia lógica de la palabra”. El sintagma partenaire-síntoma, propuesto por J.-A. Miller, abre el horizonte de esta exigencia, en la relación de la palabra de amor con el goce femenino. ¡Una paradoja difícil de desentrañar! Se presenta entre lo infinito, deslocalizado y un decir no-todo representado por la barra significante que recae sobre La mujer. Del lado femenino, la relación con la finitud es contingente, depende del encuentro, “del amor”[7], bajo la forma erotómana. Y, ¿entonces?

Saberse mujer

“Hay algo que desfallece en lo que atañe al amor, cuando este es confrontado al goce”[8]. Para el hombre, el ser como completo hace Uno, en su satisfacción prescinde de la palabra, queda fuera de juego[9]. Para una mujer, en cambio, “la palabra del Otro es un elemento intrínseco al goce”. En ella el goce y el amor se articulan, requiere de un Otro que le hable, por donde se reconozca en el objeto de su deseo. Un Otro encarnado “como ser sexuado”[10], que exige “este una por una”.

Así, ¿cómo se puede atrapar ese “algo” del significante, que es la causa material del goce? La respuesta es contundente “el significante es lo que hace alto en el goce”[11], el fundamento del S de A barrado. Este goce -de A tachado- presentado como un goce suplementario, inviste dos caras. Miller las sitúa de este modo:[12] una es el goce del cuerpo que no está limitado al órgano fálico, es infinito. En tanto que, la otra cara, se localiza en el goce de la palabra. A mi parecer, con esta dirección, se puede responder a la paradoja entre lo infinito y el no-todo.

En el goce femenino, el amor queda ligado al Otro y sin que la pulsión lo domine, se liga a Otro, en tanto inconsistente, incompleto. “Saberse mujer”[13], no la implica en saber sobre su goce, sino, más bien, que es por su Otredad que se sabe.

Nuestra cita, con “La mujer que no existe” indica que no hay Otro que responda como partenaire, más que un goceRazón por donde Lacan, más tarde, delimitará que hay “un sinthome él y un sinthome ella, eso que queda de la relación sexual”[14].

Junio 2021


[1] Lacan J., (1972-1973) El seminario, libro 20. Aún. Buenos Aires. Paidós. 1991, p. 10.

[2] Lacan J., (1960) Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina. Escritos 2. Buenos Aires. Siglo veintiuno. 2009, p. 693.

[3] Lacan J., (1972-1973) El seminario, libro 20. Aúnop. cit., p. 139.

[4] Ibídem, p. 33.

[5] Ibídem, p.73

[6] Ibídem, p.18

[7] Miller J.-A., (1997-1998) El partenaire-síntoma. Buenos Aires. Paidós. 2008, p. 311.

[8] Ibídem, p. 155.

[9] Ibídem, p. 315

[10] Ibídem.

[11] Lacan J., (1972-1973) El seminario, libro 20. Aúnop. cit., p. 34.

[12] Miller J.-A., (1997-1998) El partenaire-síntomaop. cit., p. 317.

[13] Miller J.-A., (2004-2005) Piezas sueltas. Buenos Aires. Paidós. 2008, p. 406. [Intervención de Eric Laurent].

[14] Lacan J., (1978) “Conclusión del IX Congreso de la EFP sobre la transmisión”. Inédito.