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Nombre-del-Padre y père-versión

Freud encontró en Sófocles el uno de la tragedia que se oponía a lo múltiple del mito de Edipo. Allí recogió la estructura del complejo nuclear de la neurosis.

Lacan pasa de ese mitema a la metáfora paterna, que hace del padre una función simbólica, transmisible al linaje, solo a condición de que esté mediada por el deseo de la madre. Pues la madre si existe en el inconsciente. 

Si esa función llega al hijo, le hace tomar posición ante el Otro. Ese ingreso tiene por condición que su sexualidad esté marcada por un menos de goce fálico. El falo aparece en la estructura como resultado de esta operación, pero castrado. Eso le permite orientarse en las estructuras elementales del parentesco y en las prohibiciones fundadoras de la cultura. Pero lo femenino escapa a este matema, una mujer no es solo una madre.

Después, Lacan incluye en esta estructuración subjetiva el goce del objeto a, y a la vez pluraliza los nombres-del-padre. Ese nuevo objeto da la posibilidad de que el padre oriente la sexualidad del hijo de una nueva manera, de quien merecerá el amor y el respeto, cuando haga de una mujer la causa de su deseo, su objeto a, agalmático.

Algo de lo femenino es indicado allí, el amor y del deseo como pasiones posibles emergen desde ese lugar. Así, el hijo puede orientarse hacia una mujer, no a LA, porque no hay un artículo definido que la nombre como tal.