Lacan formula esta expresión en 1972. Continúa siendo una referencia que interrogamos en relación a la presencia de ciertos fenómenos clínicos y que, además, han cobrado actualidad cuando se vinculan a cuestiones de identidad sexual.
En ese párrafo –por si hubiera dudas– Lacan dos veces califica dicho empuje de efecto. Y lo es a causa de la irrupción de Un-padre. Se refiere explícitamente a la psicosis de Schreber y a su escrito de 1958. Conviene señalar lo que ahora destaca. Ese efecto es experimentado como forzamiento de un Otro –al principio tan sin sentido como ese padre lo es sin razón–. La emasculación que sufre Schreber, ser mudado en mujer, obedece al sacrificio que le impone ese Otro divino.
Pero es preciso tener en cuenta que entre la causa y el efecto existe una pluralidad de experiencias subjetivas diversas. En el caso singular de Schreber destaca el anonadamiento sufrido por “el crepúsculo del mundo”. El delirio adjudica una significación indignante a ese Otro, y finalmente aporta la solución consentida, ser la mujer de Dios.
Por lo tanto, este efecto es un imperativo de goce que objeta la generalización, y que invita a considerarlo singularmente en cada caso, tanto en ellos como en ellas. Al respecto, el arte y la literatura brindan preciosas ocasiones para aprender.